Hermes Vargas – 10mo Festival de Poesía de Maracaibo

Hermes Vargas

Hermes Vargas nació 30 de diciembre de 1960 años en la ciudad de San Felipe, estado Yaracuy, Venezuela. Desde joven, mostró una inclinación hacia las artes, lo que lo llevó a explorar tanto la pintura como la poesía.
Realizó estudios en la Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas en Caracas, donde se formó como pintor. Posteriormente, fue co-fundador del taller de artes gráficas Xuhé, lo que demuestra su compromiso con la promoción de las artes visuales.
Participó en los talleres de poesía del CELARG (Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos), dirigidos por figuras importantes como Ida Gramcko y Alfredo Silva Estrada, quienes influyeron significativamente en su desarrollo como poeta.
Hermes Vargas ha publicado varios poemarios, entre los cuales destacan «Trasegar» (2005), que reúne diversas instancias poéticas, y «Aghadir». También ha trabajado en un nuevo libro, del cual ha compartido el poema «Borracho al dente», dedicado a su abuelo Silvino Hernández, explorando temas de la vida cotidiana y el alcoholismo desde una perspectiva poética.
Su obra incluye ensayos como «Lo agreste en la poesía de João Cabral de Mello Neto y Rafael José Álvarez», «De la Enfermedad sagrada a la creación poética», y «Alfredo Silva Estrada: El Acercamiento de las Imágenes en la Palabra Poética». Además, ha traducido «La Importancia del Acto de Leer» del escritor brasileño Paulo Freire.
Vargas ha sido un promotor cultural activo, participando en eventos como el Encuentro de Escritores Venezolanos de la Cátedra José Antonio Ramos Sucre de la Universidad de Salamanca. Su trabajo ha sido incluido en antologías tanto nacionales como internacionales.
Vive en las montañas andinas, un entorno que inspira su pintura. Ha trabajado en una exposición individual centrada en Fernando Pezoa, un poeta chileno, donde Vargas ha explorado la multiplicidad de la palabra y la creación de personajes literarios.
Hermes Vargas ha vivido parte de su vida en Mérida. En Yaracuy donde estuvo involucrado con los talleres libres de la Escuela de Artes Plásticas Carmelo Fernández. Su obra refleja una vida dedicada a la exploración de las artes y la literatura, siempre en busca de nuevas formas de expresión que reflejen su entorno y experiencias personales.
Hermes Vargas es una figura multifacética en el ámbito de las artes y la literatura venezolana. Su dedicación a la poesía, la pintura, y la promoción cultural lo ha convertido en un referente importante, no solo por su obra sino también por su capacidad para conectar diferentes formas de arte y conocimiento, ofreciendo una visión única de la vida y la cultura de su país.

Selección poética

Latonero

Subo y arranco mi potente masseratti 3 litros
rafagueante doy mis sesos contra un muro
después el otro infierno.
El chino Valera Mora

A Rafael mechuo y sus huestes del futuro, al F.P. Ramón,
al Gran Lotario del mar. Sebastián con su tropel de niños.

Golpear el metal con la refulgencia de la entrega
bajo el halito silencioso del olvido, desmembrar el objeto
Elsa Gramcko martilló la plegaria del metal.
El accidente tiene como remedio la mano tosca y sublime
la magulladura se expande como un acicate plantado en la memoria
va cediendo el estímulo, mi cuerpo descansa en las ensambladuras del desarreglo.
Para escribir el poema necesitamos ese martillo con punta de acero
que carcoma las palabras hasta dejar la mera lata…
Masilla fulgente sobre un accidente salvado por el ángel,
por la premura de la muerte que se equivoca.
El retorcijo de los metales se esculpe con las manos laceradas.
Marinetti se lee entre cada cincelada.
El futurismo como quimera se hace realidad en el cuarto de mejorar maquinas.
Un poeta se abre paso entre escombros de valijas disecadas,
lo fuerzan a entrar en el redil del insomnio.
La piel se curte con el asombro de la botella, con una herida camuflada por la espera.
Loló le grita al loro, lo remeda como una paraulata. Chucho se crispa por el acento destemplado. No hay miseria en esta comarca de obreros encontrados, apenas un silencio en la juntura de fierros marcados por el fuego.
El colombiano Albarracin le canta a las tuercas diseminadas por esta orilla del mundo.


El libro ajeno

A Carlos Pérez Mújica

Solíamos cambiar de hojas al instante,
luego del primer beso.
Mojar el dedo y apenas pasar la página
contraviniendo a la bibliotecaria.
Escondidos en algún armario
vetusto e hiperrealista.
Entre las faldas, los dedos aceitosos
mojaban toda la entrepierna.
Era esbelta y taciturna,
sudorosa, plegaba su almíbar a mi mano inocente.
La señorita amablemente vieja,
disipaba el fuego hasta el día siguiente.


El hacha doble

Contrahecho aquel rostro me persigue siempre
bajo el terror de su mirada esquiva
la traición de yago lo envilece y nos muestra el camino
esa vieja manera de separarnos del otro con una mueca
o la mentira plegada al señuelo
cuántos años fueron necesarios para aplacar esta certeza
la edad tiene una espesura proclive, al acto en donde laceramos el olvido
y
nos entregamos a la posibilidad de un enunciado secuaz a la razón
el rostro de esa mujer prefigura una sugerencia, cambia según el abrazo.


Diáspora de la ciudad

He hurgado en el alma de esta ciudad y no la encuentro
allí nací en sus entrañas compungido de la espera
busco su perdón por odiarla, más no le encuentro.
Hay un resabio de cordura inesperada, un arma nos señala a cada instante
como me duele su cochambre, su atadura a lo inusual…
como me duele el descalabro sin un final.
Es hora de inventar una salida sin retorno.
Y el lastre que llevo dentro con su huella perenne…


La rumana

A Titus.
Miguel Márquez.

El encuentro entre cuerpos supone un hallazgo
y la simetría de la aurora.
Cioran distrae el abrazo en una infructuosa conversación
que nos distancia del verdadero placer.
El camarada de a pie insiste en penetrar su báculo de mirra.
Lo contiguo hace de ambos un mismo pretexto para el olvido.
Ella no está sola en esta república y le acompañan,
como santos del exilio, sumos pontífices: Eliade, Blaga y los otros…
Los vampiros de la tierra no llegaron hasta la calle
donde cohabitan.
Almidonados yacen aquí sin una gota de sangre,
juegan con los alientos necesarios.
La mamaliga nos alimenta de la misma raíz en ásperos
y dormidos platos, un ancestro que adoptamos
precario a la nueva cultura del desarraigo.
Grandes tetas, apaciguadas nalgas.
El clítoris rosado se expande como una flor del este.
La otra, la de mi tierra muestra los pequeños obsequios,
esa especie de vergüenza mínima de la estima.
Seguimos el camino hacia otra noche distinta,
porque la madrugada se abre a la meditación
de cómo salir sin entrar a un mundillo
pérfido de aromas
callejeros.

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